15 enero 2009

NIÑOS Y CORDEROS DE DIOS.


La imagen es la de Abraham, ha puntito de hacer un sacrificio.
El venerable patriarca, como buen creyente, no había dudado.
El hijo, sí:
-Padre, no veo el cordero.
-Dios proveerá.
No sabemos que pensó el cordero mirando la escena.
Igual se imagino que Dios finalmente se había decidido a restablecer un poco de equidad en la la lucha entre los hijos de los hombres y los hijos de las ovejas. Los pobres sienten el dolor, el hambre, el frio y el miedo, pero parece ser que no tienen ni un triste limbo donde descansar despues de ser digeridos.
Corderos de Dios; a algunos os ha tocado que El os apriete y os ahogue, loado sea.
Cuando el Señor endureció el corazón de Faraón, para que no dejará salir a los descendientes de Isaac, y tener una excusa para hacer el bis de las plagas, la de matar a todos los niños primogenitos, los corderos tambien tuvieron que pagar su cuota de sangre en la factura del milagro. Su sangre marcó las puertas de los israelitas, para que Jehova no se equivocara de puerta y se llevara por delante, entre la excitación de la masacre y la oscuridad, a los niños de su equipo.
-¡ Por amor de Dios !- debieron pensar las ovejas- ¿ Y no podría haber marcado las puertas con otra cosa?
Abraham es el tataratata abuelo de Madian, de Moises, de Josue, y de las hijas e hijos de los madianitas.
Cuando Jehova (bendito y alabado sea su Nombre) hizo el remake de la escena, probó un final diferente.
Los corderos acompañaron a los niños de teta al sacrificio, pero esta vez, algunos hijos del pueblo de las ovejas se salvó del degollamiento.
No sabemos que pensaron las ovejas.
Igual se imaginaron que se les restituía un poco del sacrificio de su tatarata abuelo muerto en substitucion de Abraham, y creyeron que Dios, al final, sí que a veces hace Justicia.
No se si, en sus oraciones, las ovejas
son tan hipocritas o tan atolondradas como para llamar al Señor "su Buen Pastor".
Aunque el sindrome de Estocolmo tiene su aquel. Hasta san Job, despues de aquello de "el Señor me dió mis hijos y mis ovejas, y el Señor me los quitó, y Bendito sea el Nombre del Señor", pidió al Juez que se explicara.
Pudo haberle salido cara la temeridad.
Tuvo suerte de que al Omnipotente no le guste perder apuestas.
Pero lo que desde luego no hizo fué dar explicación ninguna: exhibió musculo, y Job, claro, se acojonó, qué iba a hacer. ¿Y qué podía decir Dios que le excusase?
-Toma, te doy más ovejas y más hijos, ala, a jugar otra vez.
Cordero de Dios, que inventas los pecados del mundo, y que los quitas. Vaya un juego más raro que te traes con tus mascotas.

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